Thursday, October 04, 2007

El fin del presidencialismo... / Samuel Bedrich


¿Es que siempre deberá de ser así de complicado? No salimos de una, cuando comenzamos a entrar a la siguiente: el fin del presidencialismo en México nos está acarreando el regreso del militarismo.

Quienes saben de física, dicen que los espacios vacíos no existen: si uno saca el agua de un recipiente, éste se llena de aire; cuando queremos sacar el aire del mismo, se "chupa" y si tuviéramos las herramientas para extraerlo todo, veríamos que no queda espacio dentro de él, sino una especie de masa de plástico.

Pero parece que la ley no aplica sólo en la física. En la política también funciona: cuando queremos desaparecer el presidencialismo exacerbado (el tipo que decide quién será el próximo candidato, el que quita y remueve ministros, el que hace todas las leyes), su espacio se llena con otra cosa: hoy tenemos a un presidente que intenta cubrir ese hueco con lo castrense.


A falta de coordinadores políticos de otras fuerzas en el balcón de presidencial, los secretarios de defensa y marina, el hueco del respaldo popular, se llena con un desfile militar, con aviones y demostración de poder.

La primera vez, ¿recuerdas, amigo lector? que vimos a Calderón con una casaca militar, fue justo después de haber tomado el poder: le dieron un uniforme que le quedaba largo de las mangas y lo hacía ver como Tontín (con el perdón de los 7 enanos). En esa ocasión me reí, pues me dije que eran muy tontos los que le habían hecho ponerse esa prenda, a pesar de que se notaba a leguas que no le quedaba.

Hoy ya no sé si reirme o preocuparme: que a Calderón le hubieran dado la casaca es una cosa, pero que el la hubiera pedido, es otra.

Hoy por la mañana, que reviso el periódico me encuentro con que los hijos de Calderón asistieron al desfile vestidos de militares y me pregunto lo mismo: ¿lo pideron (como cualquier niño que le pide a papá un uniforme de Batman o de Supermán), o se los puso su padre? ... y no sé cuál de las dos respuestas me daría menos miedo.


Lejos del hecho de que nadie puede usar un uniforme e insignias si no le corresponden, es el fondo de ese asunto: ¿En verdad cree el señor Calderón que la solución a los problemas de México está en el fortalecimiento de las fuerzas armadas, o es que tiene tanto miedo que sólo encuentra en ellas el respaldo que le da seguridad? Recordemos que un hombre timorato es más peligroso que un valiente con pistola: al primero, de puro miedo, y al tiempo que se orina en los pantalones, se le puede salir un tiro; el segundo, al menos, razonaría un poco más su disparo y apuntaría a donde puede hacer blanco, no a la masa, como el otro.

Hoy 17 de septiembre hay un artículo en La Jornada de Robert Fisk (un excelente periodista que ha cubierto la guerra con Irak, las de Bosnia, Afganistán y no sé cuántas más), en el que menciona que "dentro de cada uno de nosotros hay un taibán", y esto lo dice haciendo alusión a la destrucción de la cultura que hacen los pueblos invasores.

Yo quisiera pensar que en el señor Felipe Calderón hay sólo un niño como el que pintan nuestros caricaturistas, que gusta de jugar con los soldaditos hoy que los tiene a su disposición, pero comienzo a temer que en realidad lo que hay es un hombre asustado que, en su paranoia, cree que todos están en su contra, y que es capaz de entregar el poder a los militares y dejarlos comenzar por controlar nuestra seguridad nacional y terminar por tomar el mando completo.

¡Cómo quisiera que México se detuviera un poco para pensar al respecto: cuando la solución es el militarismo, sólo podemos esperar más violencia!

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