Oaxaca y el futuro de México
Samuel Bedrich
¿En qué se parecen la Oaxaca hoy, y el futuro de México? No, no es una adivinanza. Aunque así lo parezca, la situación es mucho más clara de lo confusa que parece… aunque no por ello no conflictiva.
Oaxaca es uno de nuestros baluartes culturales: es, políticamente, la tierra del único presidente indígena de México; es cuna de la identidad culinaria del país: café, chocolate, mole, pavo; es tierra de colores, fiesta y tradición: la Guelaguetza, las mayordomías; es un dominio milenario y orgulloso: Montealbán, Mitla…
Oaxaca es México porque conserva la historia de Valle Nacional y sus latifundios, porque ha sido uno de los estados más oprimidos y que sin embargo ha conservado sus tradiciones gracias a un sistema de redes de comunidades que se entienden en sus diferencias; en Oaxaca sí se ha podido mantener un centro histórico libre de anuncios primermundistas de Mac Donalds y empresas de comida rápida.
Pero Oaxaca también es la tierra de Porfirio Díaz y por ello, como el resto de la nación mexicana, es un mosaico de pequeños mundos donde no faltan los políticos voraces y los viejos cacicazgos de los que se han perpetuado en el poder y no sueltan un ápice del dominio que les ha permitido llenarse los bolsillos con el dinero del campo, generado por el esfuerzo de hombres y mujeres.
Si algún observador está prestando atención a lo que sucede en el sureño estado, ya se habrá dado cuenta de que es un pequeño reflejo del México-país: el gobierno oficial rebasado por las circunstancias y las circunstancias llenando huecos. No, no es nuevo, solamente es más fuerte, y está por pasar en toda la nación… por si alguien no lo había notado, México se despierta.
El movimiento magisterial oaxaqueño ha sido masivo desde hace años. Al principio fue utilizado por el oficialismo, pero paulatinamente ha pasado a ser parte opositora y reclamante, pues en la medida que las estructuras de control gremial, diseñadas por el PRI hace décadas, van perdiendo fuerza, estos grupos también pierden privilegios y se erigen contra sus creadores, adueñándose al paso, del reclamo de los oprimidos y uniéndose contra la acumulación de capital.
En tanto los desequilibrios económicos y sociales entre las clases más bajas y las pudientes continúen en incremento, veremos más y más la repetición de este fenómeno: el aparato gubernamental –en asociación con el privado- intentando, a toda costa, justificar su modus operandi, mientras el poder de la masa gana pequeñas cantidades de adeptos día a día y los concentra en grupos de protesta, hasta consolidarse en una fuerza, lo suficientemente fuerte, para sostener un movimiento de reclamo continuo.
Oaxaca es parte de México porque está ilustrando lo que sucede a nivel nacional: los menos favorecidos tomando conciencia de su poder y utilizándolo contra una autoridad incapaz de representarlos y solucionar sus necesidades.
La Guelaguetza sustituta es una muestra de su poder de convocatoria, y de la impotencia gubernamental que, por más presupuesto invertido en la compra cultural, terminó por desistir del festival del Lunes del Cerro…
Una tradición de años, que ahora es retomada por una nueva fuerza: la comunidad, congregada en una asamblea informal (me dirán, no es comunitaria, sino únicamente del magisterio, pero un magisterio que convoca a 20’000 personas ya no está solo) que se dice a sí misma que también puede montar eventos culturales y hacerlos sin la necesidad del oficialismo.
Ulises Ruiz, el gobernador oaxaqueño, ya no es popular. El poder se le va de las manos, y él se aferra, como el niño que tiene un balón en la mano y éste se comienza a desinflar: el aire que le da funcionalidad se escapa mientras el pequeño insiste en asirse de él y no soltarlo. En su capricho, terminará por quedarse con el simple trozo de cuero, arguyendo que sigue siendo dueño de la pelota, aunque ya nadie quiera jugar con él, pues los demás ya se entretienen con un esférico de tela, paja o un simple suéter amarrado
¿No es también lo que pasa en el centro del país? Ya no hay una fuerza política suficiente para contener el impulso de la izquierda y tampoco parece haber interés de negociación: ¿Cómo llegará –si lo logra- Calderón a la presidencia? ¿Con la credibilidad (y marquemos diferencias, porque entre credibilidad y aceptación, hay una muy grande) del 35% del electorado? ¿Así hará e impulsará sus cambios estructurales?
Señores políticos, es tiempo de que se den cuenta que están siendo sobrepasados por una población que exige un cambio en su manera de actuar.
Hace meses, pensaba que el gran movimiento social de este país coincidiría con el 200 aniversario de la independencia y el centenario de la revolución, pero estoy constatando que nuestros políticos, con su insensibilidad y falta de pericia social, están, ahora sí, consiguiendo la aceleración del país… pero no económica, sino social. El país calienta motores.
La historia es cíclica, y estos círculos son similares en toda Latinoamérica. Para nuestra fortuna, los tiempos de la violencia han pasado, y ninguno la queremos, pero de ninguna manera estamos exentos de vivir los cacerolazos que se vivieron en el 2001-2002 en Argentina, y terminaron por poner a Kirchner en 2003, aunque no parece que llegaremos a la situación del Ecuador en el 2000, en que tuvieron 5 presidentes en una semana.
Tal vez en nuestra búsqueda de comprensión del futuro, deberíamos de hacer un pequeño coctel, mezclando unas gotas de actualidad oaxaqueña, con un chorrito de protestas mineras en el norte y un toque de reclamos postelectorales, con algunos mililitros de revisión de crisis política argentina y una cereza de pedagogía, porque vaya que hay niños testarudos, y estos niños, los del PAN, siguen pensando que tienen el balón en la mano.
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