Debo esta reflexión a una persona que conocí hace unas semanas en Buenos Aires. Tal vez no caiga muy bien en primera lectura, pero me gustaría pedirte que al finalizarlo, si consideras útil, des una segunda lectura, son sólo dos páginas.
¿Qué tiene México?
Es imposible negar la
interculturalidad de nuestro país. Reconocer que somos el resultado de años de
mezclas étnicas, grupos sociales, identidades y migraciones, es un paso grande:
no existe un México, sino una enormidad de ellos. En ese camino y de toda esa
mezcla, hemos adoptado hábitos –buenos, malos, divertidos, místicos,
complicados-. Somos orgullosamente indios, norteños, cachanillas, guachis,
carnales, hermanos, brothers, weyes y un listado que cansaría por lo extenso.
Estamos llenos de sueños y sonrisas; de esperanzas y añoranzas.
Hace siglos que construimos una nación. Hace 200 años un grupo de élite decidió
zafarse del dominio español; años después, otros decidieron zafarse del país (nuestro
norte texano y nuestro sur centroamericano); en la misma época, otros
decidieron –y consiguieron- quitarnos parte del país. Hace cosa de cien años,
otros decidieron que ya era insoportable y armaron la revolución. Luego
vinieron guerras religiosas, civiles, expropiaciones, luchas políticas,
represión, guerrillas, brotes de descontento y, nada.
Nada: seguimos esperando el cambio, seguimos buscando un mejor México.
Somos un país desigual donde la protesta es reprimida. Una tierra donde se está
mejor si se tiene un contacto, en la que es más fácil ser parte de la
corrupción que salir de ella: difícil negar que alguien de nuestra familia
extendida no se ha beneficiado del gobierno en turno, o jalado algo del PRI, el
partido-Estado que todo lo compra. Vivimos una cultura PRI; somos una cultura
PRI.
¿O es el PRI el reflejo de nuestra cultura? ¿No será que a
través de nuestros pequeños actos –gritarle al débil, escamotear al policía,
copiar en el examen, reírse del ignorante, permitir la tranza, el abuso- hemos construido nuestra cultura PRI y que al
mismo tiempo el PRI nos ha construido como su cultura?
¿Y si tratamos de hacerlo distinto?
Se me ocurre pensar que si queremos
deshacernos del PRI, tenemos que actuar en dos frentes: en el primero, está la
lucha organizada contra el monstruo y sus grandes casos de robo, de agravio
social, de control mediático, de ignorancia impuesta; contra las historias de
peculado, de cacicazgo, de nepotismo, de intransigencia.
Si el primero parece complejo, el segundo no lo es menos. No obstante, a
diferencia del anterior, está al alcance de nuestra mano y paradójicamente
representa la llave de salida: nosotros. Tú, yo, nosotros.
Consiste en “hacernos cargo” –como dicen en Argentina- de todas esas
pequeñas historias que todos tenemos: “pequeños detalles”, “mentirillas” y
todas las actitudes que no nos ayudan a construir el México que pintamos en
nuestros sueños: querer sacarnos al PRI de encima sin sacarnos de encima
nuestras incongruencias, es como querer el primer
mundo (o como se llame tu utopía) sin estar dispuesto a pagar por él.
Queremos organizarnos. Queremos cambiar el sistema económico, político,
social. ¿Hacia dónde, cómo? ¿A gritos y empellones? ¡La revolución de 1910 fue
demasiado cara como para pedir una nueva! ¿No sería tiempo de avanzar con pasos
más firmes?
2012. El PRI regresa después de haber hecho una “pausa” (que muchos ni
siquiera creemos que existió) de 12 años. Como siempre: estuvimos cerca, pero
nos hicieron fraude, nos engañaron, nos compraron, se vendieron, nos (les)
faltó organización, los mataron, los (nos) amenazaron…
Hoy tenemos más universitarios que nunca en la historia del país;
tenemos gente que ha vivido el mundo y puede compartir experiencias; contamos
con políticos, activistas, luchadores sociales honestos, emprendedores. Y
comenzamos además, a gestionar espacios de reflexividad: nos estamos dando cuenta
que necesitamos cambios personales para hacer cambios grupales.
Dicen que el primer paso para solucionar un problema, es reconocer que
lo tenemos; dicen que el primer movimiento para arreglar nuestras diferencias
es sentarnos a escuchar al otro, a ponernos en sus zapatos: cambios
sustanciales y de largo plazo.
Salir de la Cultura PRI nos va a costar mucho esfuerzo, pero lograremos un
cambio paradigmático que puede trascender nuestra historia y marcar una nueva época:
¿hablaremos de la independencia, de la revolución, de la dictadura del PRI y de
la nueva nación, aquella que se inició con el fraude de 2006 y se formalizó con
la constitución de 2016? Vale la pena intentarlo, ¿no?
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