AMLO: negociar o radicalizar
Samuel Bedrich
Lo he estado meditando ampliamente. Primero sobre el hecho de escribir acerca del tema, después sobre su importancia y enseguida sobre la opinión que tengo al respecto. Todas las respuestas me dijeron que no tenía que tocarlo porque, fuese la propuesta que hiciese, de todos modos saldría raspado. Pero no lo puedo evitar: alguien dijo que mejor un rostro que lleve una cicatriz, que unas rodillas marcadas de tanto apoyarse en ellas.
El tema no es sencillo, la historia de la política mexicana nunca lo ha sido: somos un saco de pasiones, idealismos, traiciones y venganzas. Nadie ha salido bien librado: todos nuestros próceres han sido atacados, por seguir sus ideales o por venderse a una causa. En unos lustros, como la de Hidalgo, Zapata o Carranza, la de López Obrador sólo será una biografía más.
Es necesario hablar sin... es el contexto, eso que siempre se nos olvida: posicionar la situación en un rango de tiempo, entre la serie de circunstancias que le rodean, alrededor de sus personajes contemporáneos… y en la parte del ciclo histórico que repiten.
México, 2007: 197 años del inicio de la gesta independentista de Latinoamérica; 97 años de la revolución que le costó al país el 10% de su población. Promesas incumplidas, sociedad polarizada, hombres archimillonarios y seres casi esclavos de sus empleadores (cuando uno piensa en la situación laboral de los mineros en Pasta de Conchos, o de la mano de obra de las maquiladoras, no puede dejar de decirse que en nuestro país coexisten muchos tipos de México); me parece inútil recordar a John Kennet Turner y a quienes han escrito sobre los tiempos previos a la revolución.
No puedo sino encontrar similitudes entre los momentos. Sí, es probable que tenga ensoñaciones y que sea exagerado; tal vez seamos sólo unos cuantos los que pensamos que la historia tiene ciclos, pero si al menos el lector me acuerda el privilegio de la duda, podré profundizar sobre esta idea que ronda mi mente.
Hace unos cuantos días se cumplieron los primeros 365 días de las elecciones más discutidas de la historia moderna de México; y digo las más, porque en el 88, todos supimos que había existido un fraude, pero preferimos callarlo, mientras que en el 94 y en el 2000, las cosas fueron más claras: estuviésemos o no de acuerdo, los números hablaron con mayor claridad (o simplemente fueron más convincentes los medios). Ni el 82, ni el 76, ni el 70… el 2006 marcó un momento.
No es mi interés argumentar sobre la existencia o no del fraude: de eso, cada uno tenemos conceptos inamovibles (aunque este tema será recordado como el origen de todo), y pienso que deberíamos no sólo avanzar, sino caminar con empatía (esa quimera que dice que hay que ponernos en los zapatos del otro: como si pudiera imaginarme ser Slim o un campesino de la sierra tarahumara). Quiero reflexionar sobre los escenarios que veo para mi país en el próximo par de años, y principalmente, acerca del papel que puede jugar en el futuro, López Obrador.
Para comenzar, una adivinanza: ¿en qué se parecen Mahatma Gandhi, Carlos Marx, Francisco Madero, Fidel Castro, Benito Juárez y Hugo Chávez? Respuesta: en que todos han sido comparados, por uno y otro bando, con López Obrador.
Si un genio es un loco que logra satisfacer su obsesión (pensemos en Einstein o Da Vinci), y un loco es un cuerdo que está obsesionado con algo (recordemos este cuento de García Márquez de “sólo quiero hablar por teléfono”, o a Don Quijote y sus molinos), entonces un cuerdo es un loco sin obsesiones o un genio sin ilusiones. ¿Qué somos nosotros ante la vista de los demás?
Ante los ojos del oficialismo, AMLO es un hombre empecinado en tomar algo que nunca fue suyo; para la gente de la oposición radical, el defensor de la honorabilidad, una especie de justiciero que no descansará hasta alcanzar su meta; y para los de la oposición que hoy ocupan un puesto en el gobierno, una especie de conciencia lastre y al mismo tiempo un luz en el camino. De genio, cuerdo y loco, todos tenemos un poco.
¿Cuánta gente le habrá dicho a Madero que tenía que callar y dejar su posición radical para sentarse a negociar? ¿Cuántas veces le insistió Sancho Panza al Quijote que no eran caballeros, sino molinos? ¿Qué cantidad de ocasiones le habrán dicho a AMLO que no se deje, y que no está solo? ¿Cuál será el número de prsonas que le dijeron a Gandhi que abandonara la lucha? ¿Por qué los gringos tardaron tanto en abandonar Vietnam?
¿Verdad que es difícil utilizar la empatía para ponerse en los pies de López Obrador? Y sin embargo cuántas veces habrá pensado el lector “si yo fuera presidente…”
Aterrizo mis ideas en este último sprint ensayístico.
1. En el espacio y tiempo, todos tenemos una posición muy particular: dicen que muchos podrían ser líderes, sólo que no toman las riendas en el momento, lugar y circunstancia. Me parece que AMLO ha tomado un camino y creo que pase lo que pase, debe mantenerse firme en su idea.
2. El movimiento, respaldado por una sociedad civil, del que él mismo es el líder, debe perseverar y seguir preparando, desde esa “loca” idea de la presidencia legítima y la convención nacional democrática, el camino de la lucha pacífica y del respeto al voto que en México, reconozcámoslo, es completamente imperfecto: en ese sentido, se mantendrá como el aglutinador de ese grupo que continúa exigiendo la revisión de las votaciones y que no reconoce a un gobierno que ha sido incapaz de probar que realmente ganó.
3. México necesita a su oposición: la democracia no existe sin ella. Es triste decirlo (ups, yo me había prometido mantenerme de lado), pero si no logramos defender la idea de hacer el recuento de votos, fue porque faltó convencimiento, porque los medios (medio-cres) hicieron un bombardeo en contra, y porque los mexicanos tuvimos miedo de llevarlo a cabo. Y en estos momentos, la oposición formal deja mucho que desear (aún no olvidamos que la Ley Televisa la aprobaron TODOS los legisladores por unanimidad)
4. México requiere movimientos de la sociedad civil: nuestros políticos son decadentes seres que pasan de una diputación a una senaduría y luego a una gubernatura, para después volver a la diputación y después ocupar un cargo de gabinete… ¿es ese el tipo de políticos que necesita nuestra nación? La sociedad civil requiere estar más pendiente de lo que sucede con sus representantes (¡Vaya tipos! Si la patria os lo pudiera demandar, hace tiempo que os habría fulminado). Se quiera o no, un millón de gente es prueba de que el descontento existe, y que mejor que canalizarlo de formas pacíficas.
5. Los legisladores del PRD están en su derecho de negociar (negociar como discutir, como argumentar y lograr algo para todos, no como todo aprobar); fueron electos para trabajar, y parte de su labor consiste defender, atacar, presentar, criticar y hacer propuestas: si decidieron tomar sus curules, que hagan su trabajo. Si no van a negociar, que pasen a formar parte del gobierno legítimo y que dejen sus puestos. Pero eso no les impide aceptar sugerencias, comentarios y críticas de un líder moral que decidió no tomar la chamba que alguna vez le planteó Calderón. Pero estos diputados y senadores están obligados a seguir los planteamientos que les dieron el triunfo: sus planes de trabajo y los de AMLO, que sin duda influyó en que ganaran el puesto. Cada uno desde su barrera: unos a negociar, porque quieran o no, son parte del gobierno (ocupan un cargo en el congreso), y otros a mantenerse firmes, porque el que pierde sus ideales, se pierde.
Ahora que reviso este texto me doy cuenta de la incongruencia que representa todo este asunto: confieso que no había visto los sitios internet de la Convención Nacional Democrática (www.cnd.org.mx), ni el del Gobierno Legítimo (www.gobiernolegitimo.org.mx), con páginas para sus gabinetes, radio, convocatorias, jóvenes… estoy sorprendido de ver tal organización: México tiene dos gobiernos, uno moral y otro (¿cómo llamarlo?) “¿oficial, espurio, legal, ilegal?”, y me pone en una encrucijada: ¿debo dejar de pagar mis impuestos, los peajes, y todo lo que tenga que ver con el gobierno de Calderón, y a cambio los debo de dar al gobierno legítimo, que tendrá que defenderme cuando el primero me exija que le cubra los suyos?
Nuestra América Latina, tan llena de soluciones a medias, tan saturada de ideales y de utopías, pero real: si los mexicanos que votamos a la izquierda dejáramos de cumplir nuestras obligaciones de ciudadanos, seguro presionaríamos a que cayera el gobierno de Calderón, pero… ¿es esa la solución? Sinceramente, sólo veo que esta bola de nieve está bajando desde el Popocatepetl y está tomando más y más fuerza: nadie está aportando soluciones reales y me temo que si no tenemos un sexenio calderonista incompleto y se convoca a elecciones anticipadas, nos puede sorprender un alud más peligroso que el cambio climático que se nos viene, porque por si no se han dado cuenta, el movimiento de la CND crece y crece, mientras que Felipe se agarra cada vez más de su chaqueta verde de mangas largas y se achica al paso de los días. Sea lo que sea, para el 2010 estoy de vuelta en mi país: eso no me lo pierdo… pero que conste que la culpa de esto la tenemos todos por haber aceptado unas elecciones medio claras, y medio oscuras.
Ahora que reviso este texto me doy cuenta de la incongruencia que representa todo este asunto: confieso que no había visto los sitios internet de la Convención Nacional Democrática (www.cnd.org.mx), ni el del Gobierno Legítimo (www.gobiernolegitimo.org.mx), con páginas para sus gabinetes, radio, convocatorias, jóvenes… estoy sorprendido de ver tal organización: México tiene dos gobiernos, uno moral y otro (¿cómo llamarlo?) “¿oficial, espurio, legal, ilegal?”, y me pone en una encrucijada: ¿debo dejar de pagar mis impuestos, los peajes, y todo lo que tenga que ver con el gobierno de Calderón, y a cambio los debo de dar al gobierno legítimo, que tendrá que defenderme cuando el primero me exija que le cubra los suyos?
Nuestra América Latina, tan llena de soluciones a medias, tan saturada de ideales y de utopías, pero real: si los mexicanos que votamos a la izquierda dejáramos de cumplir nuestras obligaciones de ciudadanos, seguro presionaríamos a que cayera el gobierno de Calderón, pero… ¿es esa la solución? Sinceramente, sólo veo que esta bola de nieve está bajando desde el Popocatepetl y está tomando más y más fuerza: nadie está aportando soluciones reales y me temo que si no tenemos un sexenio calderonista incompleto y se convoca a elecciones anticipadas, nos puede sorprender un alud más peligroso que el cambio climático que se nos viene, porque por si no se han dado cuenta, el movimiento de la CND crece y crece, mientras que Felipe se agarra cada vez más de su chaqueta verde de mangas largas y se achica al paso de los días. Sea lo que sea, para el 2010 estoy de vuelta en mi país: eso no me lo pierdo… pero que conste que la culpa de esto la tenemos todos por haber aceptado unas elecciones medio claras, y medio oscuras.
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