Ley Televisa: ¿Por el rating?
Samuel Bedrich
(Artículo para Tiempos de Reflexión de Junio)
Los últimos sucesos de la política hicieron que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se pusiera de moda y subiera su rating declarando inconstitucional la llamada Ley Televisa, sin embargo no debemos olvidar que el corte de esta suprema no ha sido particularmente justo en la nación.
Hace aproximadamente un año el país se debatía entre la izquierda y la derecha: las pasiones eran más que futbolísticas y la política nos salía hasta por las orejas (cosa rara en una nación en que solemos preocuparnos más por el equipo que llegará a la liguilla, que por los más de doscientos asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez). El panadero, el taxista, el comerciante, el bolero y hasta los diarios del extranjero (en los que México es noticia cuando Maná da un concierto o cuando la Pau se queja de las costillas de la Thali) daban cuenta de la tremenda campaña política entre Felipe Calderón, el Peje y, ¿cómo se llamaba el del PRI? Ah, sí, el señor Madrazo.
Eran tiempos de Hildebrando (el cuñado incómodo de Felipe, hoy, misteriosamente borrado de la escena política), de la terrible represión en Oaxaca, de la de Atenco, de los Bribiesca y de las finezas y declaraciones de don Vicente (el que dijo que se iría al rancho y no la ha cumplido del todo, porque por ahí de repente hay ecos de sus brillantes reflexiones). Hace un año se cocinaba este, hoy 2007, y como es común en nosotros, seres humanos de corta memoria, no alcanzamos a ver más allá.
Entre las cosas que pasaron hace unos 400 días, fue la aprobación de la Ley Televisa (que en realidad se llama “Reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión”). Al hacer una pequeña revisión de los sucesos de finales de marzo y principios de abril, uno puede darse cuenta perfecta de cómo el senador Jackson, Manlio Fabio Beltrones, el jefe Diego, y una larga lista más, hicieron todo lo que estuvo en sus manos para pasar estas reformas, una vez que –tampoco les acusemos sólo a ellos- la cámara de diputados ya la había aprobado por unanimidad.
La discusión fue fuerte, tanto Bartlett (el que anunció la caída del sistema en 1988), como Dulce María Sauri (Dinosauri, le llamaban en la época de Zedillo) y hasta Genaro Borrego (también, junto con Sauri, ex presidente del PRI), hicieron lo que en sus manos estuvo por no dejar prosperar la iniciativa (será acaso que habían ya recibido muchos embates de Televisa o será que no les preocupaba que esto tuviera algún efecto contra su candidato Madrazo), pero al final, el “no pasarán” se convirtió en “ya nos aplastaron”.
Posiblemente nunca sabremos qué tanto pesó la aprobación de esta ley sobre las elecciones, así como las negociaciones entre PAN, PRI y las televisoras con visos al cambio sexenal, pero está claro que muchos favores se pagaron con esto y que la andanada de propaganda negativa que se hizo sobre López Obrador tuvo algún origen.
Tal vez deberíamos recordar que muchos de los que en aquel entonces se encontraban en la esfera política tenían sus opiniones sobre la famosa ley: “el candidato panista Felipe Calderón de nueva cuenta rehuyó opinar sobre las polémicas reformas a la LFRT. Afirmó que no ha tenido injerencia en las negociaciones. (La Jornada, 29/03/07).
O que el partido en el poder apoyó firmemente a la misma: “A pesar de las críticas que hizo la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a las reformas legales en materia de radio y televisión, el PAN señaló ayer que sigue firme en su postura de respaldo a la ley, porque está apegada a la Constitución”. (La Jornada, 22/06/2007 “Fue decisión de Juan de Dios Castro”)
No sé si al lector le parezca tan impresionante como a mí este cambio de ideas y de filosofía, pero me hace pensar que el Rey Camaleón no es David Bowie, sino una clase de ser humano que se encuentra con frecuencia en los pasillos de las cámaras de los congresos mexicanos. El mea culpa de Creel y de tantos otros personajes de la política (hasta el señor Pablo Gómez votó a favor) me deja un triste sabor de boca y me hace pensar que dejar que estos políticos tomen decisiones sobre mi vida equivale a presentarle a mi hermanita, a Jack el Destripador, o al señor Feroz, el de los cuentos de Caperucita.
Me parece sin embargo, que hay una explicación en este párrafo de otra nota periodística de La Jornada del 01/04/2006: “A pesar de que la mayoría de los senadores mostraba aburrimiento, ante un tema que no conocen a fondo, hasta les chiflaron [a Bartlett y Corral] cuando se propusieron modificaciones al artículo 28 de la Ley de Radio y Televisión, donde se concentra el plan de negocios para Televisa, a través de un régimen privilegiado y especial que le permite incursionar en el negocio de las telecomunicaciones y aprovechar el espectro radioeléctrico, sin la obligación de pagar por ello al Estado” Y ese artículo es el que fue derogado específicamente por la SCJN… ¿ignorancia, falta de profesionalismo, falta de café en el congreso, u olímpico desinterés? ¿Así se hará el resto de las leyes de México?
Afortunadamente llegó la Super Suprema (¿Supremán, se llamará a cada uno de los ministros?), ese petit comité de once personas que tienen por oficio aplicar la justicia (sí, claro la justicia ciega, esa que nutre a sus ministros con 600 mil pesos al mes) e hizo lo que 250 diputados y 125 senadores no pudieron hacer, porque les importaba más ver quién se subía a la lista de las siguientes curules disponibles: acusar a la ley de inconstitucional y dar un jalón de orejas a nuestros legisladores para que aprueben leyes correctamente y no los distraigan por minucias.
El júbilo fue mayor que un gol de la selección en el mundial de 2006 –el ministro Ortiz Mayagoitia tuvo que pedir que no aplaudieran- justicia estaba hecha. ¿Y no hay castigos, ni premios, ni cambios? ¿No van a apresar al malo-Manlio y desterrarlo a Tuvalú? ¿No le van a prohibir al jefe Diego que fume puro en los pasillos del penal de La Palma?
No, la justicia sólo dijo que no estaba bien hecha la ley, pero dejó la puerta abierta para que gente como el señor Calderón (que un año atrás rehuyó opinar al respecto), y el señor César Camacho (que pasó de ser senador a diputado federal), vuelvan a emitir una reforma de ley ¡Ni siquiera unas orejas de burro les van a poner! Ahora ya pasaron las elecciones, ya los supremanes dijeron que no podían resolver acerca de las votaciones de julio de 2007 porque el grupo de seres humanos que pidieron su ayuda no eran seres autorizados a pedir justicia a los señores ministros ("procede desechar, por notoriamente improcedente, la petición que se formula, toda vez que conforme a la reforma del invocado precepto constitucional, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 31 de diciembre de 1994, los citados promoventes carecen de legitimación para pedir tal investigación". La Jornada, 12/08/2006), y sigue habiendo 21 de los que la aprobaron, que chambean hoy como diputados:
Emilio Gamboa Patrón
Héctor Larios Córdova
Jorge Zermeño Infante
Jorge Emilio González Martínez
Juan José Rodríguez Prats
Luis Ricardo Aldana Prieto
Joel Ayala Almeida
Gerardo Buganza Salmerón
César Camacho Quiroz
Sara Isabel Castellanos Cortés
Carlos Chaurand Arzate
Araceli Escalante Jasso
Mariano González Zarur
Addy Cecilia Joaquín Coldwell
Gloria Lavara Mejía
Carlos Madrazo Limón
Arely Madrid Tovilla
Víctor Manuel Méndez Lanz
Jorge Nordhausen González
Víctor Manuel Torres Herrera
Verónica Velasco Rodríguez
¿Y qué esperanza entonces de nuestro México justo, con legisladores profesionales, con líderes que enfrentan al toro por los cuernos? ¿Qué tipo de nueva ley de medios tendremos?
Hace un año, Hildebrando preparaba el fraude, México era eliminado del Mundial de Fútbol de Alemania, la SCJN daba carpetazo al delito de genocidio perpetrado antes de 1982 (y Echeverría se escapaba de la justicia). Resolvía también, entre otras decisiones, negar el amparo a los militares que habían sido dados de baja del ejército por VIH, y permitía que las farmacias sigan vendiendo cigarros.
Ahora los supremanes, en esta etapa post rating atacarán la despenalización del aborto y el caso del gobernador Marín, de Puebla, pero… y las elecciones, ¿alguien nos las devolverá?
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