¿Qué sigue?
Samuel Bedrich
Desde el dos de julio de este año, mucho ha sido lo que se ha escrito al respecto de la situación política del país. Muchas voces exigen a la oposición perredista que deje a un lado su discurso “inflamatorio” y opte por reconocer el triunfo de Calderón, mientras que del lado de la oposición, se insiste que el fraude es real y que no se dejará de luchar hasta que justicia sea hecha.
Si bien el tribunal electoral permitió y ordenó una revisión de un porcentaje mínimo de las casillas, es claro que la decisión de no permitir que AMLO llegue a la presidencia, había sido tomada desde mucho tiempo antes, y que los artilugios utilizados para negar un derecho que a muchos de nosotros nos parece histórico y efectivo, estaban diseñados desde hace mucho tiempo.
Hoy, 30 de agosto, es difícil prever la resolución final que tome el tribunal. Me gustaría estar equivocado y tener que reconocer el mes siguiente que las cosas no fueron así, pero me parece que en unos cuantos días tendremos al presidente más débil que jamás haya tenido el país desde el siglo XIX, en que tuvimos gobiernos que duraron menos que el ciclo lunar.
Como en la historia de nuestro país, las revoluciones y movimientos sociales han tardado un tiempo muy largo en formarse y a lo que estamos asistiendo no es a otra cosa sino a la recreación del pasado: ¡Qué triste es que los seres humanos seamos incapaces de voltear hacia atrás y ver cómo el ciclo de la política mexicana siempre sigue un patrón de espiral! Avanzamos un paso después de haber estado en la posibilidad de dar un salto de diez… y nos conformamos porque decimos que pudo haber sido peor.
La pregunta de mañana, o del 6 de septiembre, que es la fecha final en que se deberá tener una resolución es precisamente: “¿y ahora que sigue?” Podríamos dejar las trincheras y volver a nuestros puestos de trabajo para simplemente decir que estuvimos cerca y que casi lo conseguíamos, pero que “no se pudo”, y que tal vez la próxima vez todo estará mejor. También podríamos cerrar los libros y decirnos que este país nunca va a cambiar, y que mejor nos dedicamos a otra cosa.
…O podríamos seguir en pie de lucha social. Existe aún la oportunidad de continuar protestando de manera pacífica, de seguir creando modos originales de resistencia, de insistir en que la democracia de este país es algo totalmente imperfecto y que la lucha no terminó cuando Fox llegó a la presidencia, sino que apenas fue un primer paso a la verdadera apertura democrática que hoy continúa en el tintero y en la utopía.
Es un hecho muy claro que la violencia no conviene a nadie y de eso parecen estar convencidos una gran mayoría, sin embargo, de ambos bandos se vislumbran pequeños grupos que preferirían solucionar las cosas con el uso de los puños o de la represión. No es un secreto para nadie que se han formado grupos de choque del lado de la derecha radical, y que en la izquierda siempre han existido organizaciones que han considerado el uso de la fuerza para lograr los cambios.
Sin embargo, está en cada uno de nosotros generar los espacios de discusión para una sana expresión. En lo particular, me ha quedado claro que difícilmente se anularán las elecciones o que el fallo del tribunal ordenará el recuento; menos aún que después de los análisis “profesionales” (que conste que no políticos, como lo han venido demostrando), el triunfo se dé a AMLO. De esto ser así, lo único que se puede hacer por los cauces de la paz y del orden del país, es permitir las expresiones de uno y otro lado y hacer uso de esa palabra que muchos mexicanos conocemos, pero pocos practicamos: Tolerancia.
Parece que los tiempos de las componendas han vuelto y que la izquierda del país ha sido nuevamente pospuesta: adiós a una política con sentido social; en el papel se quedarán las promesas de un mundo más justo cuando los grandes y los fuertes han demostrado que con todo y las críticas recibidas, son capaces de cerrar los ojos y de voltear la mirada hacia sus intereses y nada más que eso. El país del “Ya merito” seguirá siendo lo que es: una nación que se quedará en el eje de los convertidos al capitalismo a ultranza, en el grupo de los que no critican el orden del mundo y que prefieren plegarse a los designios de los grandes capitales.
No importan los miles de kilómetros de pared fronteriza, seguiremos siendo la puerta posterior de los Estados Unidos, una puerta ínfima con un criterio de selección injusto y totalmente acomodaticio que responde a los intereses del vecino país. La política exterior continuará con ese banal y errado modo de actuar; seguiremos pagando fobaproas y mantendremos esa deleznable política educativa que no permite un mundo más justo con oportunidades para todos; nuestros cerebros continuarán en el extranjero, forjándose las vidas que México es incapaz de ofrecerles… vaya futuro.
Y aún cuando muchos quisieran que cerráramos los ojos ante las desigualdades o que simplemente cambiáramos las pancartas de protesta por el control remoto, demostraremos que en un país en el que los soñadores seguimos siendo minoría, el mundo todavía se puede redescubrir.
Simón Bolivar, dijo alguna vez que “El verdadero hombre se hace de cambios y la mejor sociedad de revoluciones”. ¡Qué lástima que muchos hagan a un lado la historia y la cambien por las noticias de Televisa y TV Azteca.
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Postdata al 2 de septiembre. A los que se acordaron de mi cumple, gracias. A Los que no, después lo festejamos... y nota a este post: ya vi que logramos que Pinofox no dijera sus mentiras en la tribuna que debería ser lo más respetado en la política !! Bien... seguimos avanzando en el cambio de este país ! Vamos por el 1 de diciembre. No a la imposición !